SOBRE LA PELÍCULA EL SOL DEL FUTURO


Un poco al filo de la entrada en este mismo blog de Aprile traemos la última película de Nanni Moretti: El sol del futuro. Si la anterior era una obra confusa en las que los dilemas del protagonista se mezclaban hasta el punto de introducir en ellos al espectador, ahora, como entonces y tres décadas después, se siguen mezclando de forma unitaria cine y vida.
Aunque no queramos esta película nos retrotrae a “Abril” y no sólo porque, como veremos, se repite la idea del musical, también porque se trata de un filme con una gran carga social, pero presentada abiertamente y con una presencia mucho más clara de la crisis de un artista.
De alguna forma esta película es el mejor retrato de sí mismo que hasta ahora ha realizado Moretti y también una reivindicación, o más bien una osadía, insinuando que el arte, en este caso el cine, puede cambiar incluso la historia y su lado más trágico. Y de algún modo el autor de la obra se convierte en una especie de “dios” con facultades sobrehumanas y salva el cine de las garras de la mediocridad, sin olvidar el siempre presente sentido del humor en las obras de Moretti, aunque con cierto halo de pesimismo. Aquí es casi una tragicomedia.
Otra oda al cine, pues en este caso, como también en el anterior Aprile el homenaje se eleva, pues trata el cine dentro de él. Y homenajea a muchos cines, también al propio.

En esta ocasión el argumento se politiza aún más que en la película comentada anteriormente, pues, en plena guerra de Ucrania, de total actualidad, trata de crear una historia casi satírica en la que ataca y pone en jaque el comunismo ruso en décadas pasadas y la disciplina de partido.
Aquí se cuentan y encajan dos historias: la real, -que, por supuesto no lo es- que trata de la relación con el protagonista y su mujer y la de la película que está rodando.
En la primera, un cineasta más que maniático, cascarrabias y ególatra, está preparando una película de carácter político. Está tan engreído de sus problemas que no se da cuenta de que su mujer no es feliz y que visita a un psicoanalista para que le ayude a dejarlo y vivir sola, pero él, inconscientemente, no se lo permite porque ni siquiera se da cuenta de ello.
La mujer, productora cinematográfica, se ha decidido a trabajar por vez primera, quizá por propia salud mental, en otra película al margen del marido. Aunque se trata de una película banal, el protagonista acabará interviniendo también y criticando la obra del otro director, lo que termina demostrando a la esposa que es imposible la convivencia con él. Se trata de una persona gruñona y egoísta, aunque inconsciente, hasta la comicidad, y dogmático hasta el extremo de que es poco respetuoso con todo cine con el que no se sienta de acuerdo.
La segunda historia es la de la película que está rodando y se sitúa en la Roma de la década de los cincuenta, cuando una sección local del Partido Comunista Italiano contrata un circo húngaro como apoyo al partido.
Se da la circunstancia de que mientras el circo está en Roma, los tanques de la Unión Soviética aplastan en Hungría una insurrección popular contra el régimen. Es 1956. El sentido de la película tiene que cambiar. Pero el personaje que interpreta al secretario del PCI no se atreve a tomar ninguna decisión antes de saber la opinión del partido. Otros, en cambio, entre ellos la esposa del mismo funcionario, apoyan desde el primer momento la sublevación. Las discusiones sobre cómo seguir el argumento de la película se van sucediendo hasta el final. En medio de todo ello, la producción tiene que parar porque el dinero con el que contaban sencillamente no existe, el productor carece de fondos.
Con la ayuda de su esposa, y a la desesperada, acuden a Netflix para que financien la producción. La entrevista es verdaderamente delirante, sarcástica. Otra vez hay que socorrer al cine, pues, los ejecutivos de Netflix que aparecen teóricamente para “salvar” su película llegan imponiendo sus condiciones: criterios de unanimidad de gustos en contra de la creación personal y comprometida que defiende Moretti. De algún modo se ofrece una sátira de todas las actuales plataformas y otros medios de divulgación.
Finalmente, él y su mujer decidirán que sea un grupo de jóvenes coreanos, que han quedado muy sorprendidos por el guión, los que produzcan la película. Pero lo que más atrae a estos jóvenes es el tinte dramático y pesimista, pues el secretario debería verse obligado a suicidarse ante la desesperación de no saber qué hacer y no encontrar una forma de mediar entre la decisión del mismo y los compañeros locales, incluida su esposa, que lo abandona por no estar de acuerdo con su parecer. Un verdadero enredo, muy propio de Moretti. Quizá una metáfora de la crisis de la izquierda en la que él cree.

Pero sin el apoyo de su mujer, en ambos casos, pues el director de la película, ya ha empezado a comprender que ésta lo ha dejado de verdad, la cinta da un giro hacia el optimismo. En la historia que quiere contar, toda la sección local del partido apoya a los húngaros del circo, que no desean ni pueden regresar a su país; el secretario del partido convence al partido mismo para abandonar la Unión Soviética (nada que ver con la realidad), vuelve con su esposa y ya no tiene que morir. Pues la muerte del secretario significaría la caída de la ilusión, de la política, los ideales, del cine y del mismo cineasta.
Parece que todo se ilumina y nada ni nadie tiene que morir pues en el horizonte se eleva el sol del futuro. Y todo tiene que cambiar: la política, el cine, la propia vida de los personajes. La película debe y lo hace, apostar por la libertad, el futuro, la esperanza la bondad del ser humano y el amor. Incluso surge una historia romántica entre los dos protagonistas comunistas de la película. Finalmente, los actores acaban enamorados y uniéndose, mientras el director se separa de su mujer.
Libre ya quizá de un pesimismo cargante y pesado, el protagonista cambia la Vespa por el más actual patinete eléctrico y sale a las calles de Roma, siempre Roma. Roma es inspiración.

A pesar de una cierta comicidad, El sol del futuro es una película que sacude y, posiblemente, el sol de un nuevo día sea también su propio sol, el del protagonista.
La última escena consiste en una marcha triunfal: aparentemente todo se ha salvado y la vida sale a la calle a celebrarlo. En este desfile final, todos los actores principales del filme se unen a los de las películas anteriores de Moretti, todos van vestidos como en los años cincuenta del siglo XX. A todas luces, se consiguió la utopía en Italia. El colofón de la obra es absolutamente alegre, optimista, esperanzador y es que es necesario el optimismo para la revolución, imprescindible creer en el cambio para poder intentarlo.
En esta última escena salen a la luz todas las personas que han participado y hecho posible esta película y otras de Moretti, otro homenaje al cine musical y un canto a la alegría, una apuesta a la apertura de miras y a la esperanza. Hasta su propia indumentaria parece hablar de un principio de un día nuevo. Da la impresión de que va en pijama y acaba de despertar a un nuevo día con su sol, el del futuro.
La pegadiza y maravillosa música del genial Franco Battiato invade la sala. El espectador casi siente ganas de unirse a la marcha y caminar también hacia el sol, el mismo sol que los actores, pero esa realidad sólo está en la pantalla, y es que Moretti, con su talento, nos ha engañado, otra vez, pues ese momento no es real. Es cine.
Aunque parezca que el director de la película nos convence, sólo es ficción y ocurre en el cine. Lástima.

Por otra parte, lo curioso en los filmes de Moretti es que todo y todos giran en torno a él, a sus fobias, sus filias y sus manías. El trabajo de todo el equipo marcha al compás de sus impulsos y arrebatos pero, ahí está la cuestión que más me llama la atención, a nadie parece importarle, todos aceptan su ritmo y su papel de jefe, incluso con alegría. Lo dicho, como decía en la entrada anterior, narcisismo puro, pero con su encanto.