GEORGIA O’KEEFFE
Georgia O’Keeffe (1887-1986) fue una reconocida artista que se ha relacionado incluso con el comienzo del modernismo americano. De ascendencia húngara e irlandesa, ella nació ya en Estados Unidos. Desde muy joven decidió que quería ser artista y en 1905 comenzó una formación más completa de la que tenía hasta entonces en el Instituto de Arte de Chicago y en la Liga de estudiantes de arte de Nueva York. Para subsistir económicamente debió de realizar distintos trabajos en tantos otros Estados, pero ya a partir de la segunda década del siglo XX se sumó a la idea (Arthur Wesley Dow) de que el arte se creaba mediante un estilo propio, de diseños e interpretaciones personales y no copiando de la realidad. Esto le llevó al terreno de la abstracción y, sobre todo, andando el tiempo, a las obras que le han hecho famosa sobre interpretaciones de flores a gran tamaño, de edificios neoyorkinos o esqueletos de animales del desierto de Nuevo México.

Instalada en Nueva York, en 1916, conoció al galerista y fotógrafo Alfred Stieglitz que, acostumbrado a trabajar con los más importantes artistas vanguardistas de América y Europa, enseguida supo ver el potencial de la joven y ese mismo año le organizó una exposición en su galería, muestra que realizó sin el permiso de ella.
A partir entonces Georgia se dedicó a la enseñanza y siguió formándose y enseñando en la Universidad de Columbia.
En 1918 se trasladó a Nueva York de forma definitiva, en principio y, gracias a una beca y a la ayuda económica y profesional de su mentor, se dedicó completamente al arte. Su primera exposición fue realizada por él, como hemos adelantado. Pero pronto comenzó una relación comercial con Stieglitz que acabó convirtiéndose en personal, y contrajeron matrimonio en 1928.

Una escena de la película magistralmente interpretada por Joan Allen y Jeremy Irons
Y esta vida en común, desde sus inicios, es el argumento de la película que lleva como título su nombre, dirigida por Bob Balaban, con guion de Michael Cristofer y estrenada en 2009. Interpretada magníficamente por Joan Allen y Jeremy Irons, participan también en ella Ed Blegley Jr., Katheen Chalfant, Linda Emond, Henry Simmons, Tyne Daly, Chad Brummett, Steve Corona y Mary Evans. El film se centra fundamentalmente en la relación entre los artistas concediendo, como es lógico mayor peso a la pintora.

Brooklyn Bridge, 1949
Muchas de sus pinturas representaban los rascacielos de Nueva York y también, quizá las más conocidas, flores en primeros planos y de gran tamaño, a veces interiores de las mismas, simulando o acercándose a la representación de los genitales femeninos, aunque parece que no era esa la intención de la artista. Sin duda, ello también influyó de algún modo en el éxito de estas obras.
Estas flores suelen estar pintadas de frente y en ellas quedan como elementos destacados su parte interna y sus órganos reproductores. Quizá por ello fueran interpretadas con el sentido antes mencionado. Su interés estaba principalmente en mirarlas en detalle: «Todo el mundo establece muchas asociaciones con una flor… Pero rara vez se toma el tiempo necesario para ver realmente una flor. He pintado lo que cada flor significa para mí y las he pintado suficientemente grandes para que otros vean lo que yo veo…»

Cala, 1928

Amapolas orientales, 1928
De alguna forma, el éxito de O’Keeffe puede estar en la vinculación no buscada con la sexualidad de sus obras.
Su éxito vino, en cierto modo, por una especie de encerrona por parte de su marido y galerista. Según refleja la película, el fotógrafo inauguró una exposición propia dedicada exclusivamente a primeros y cortos planos de su mujer desnuda, haciendo hincapié en los elementos y partes del cuerpo más sensuales y sexuales. Esta muestra, al parecer, se presentó sin el consentimiento de la modelo, que argumentó que se había prestado a ser fotografiada en un sentido íntimo y para el fotógrafo, pero no para ser exhibida. Tanto es así que, en el film, al sentirse observada y comprobar el motivo de la exposición, decide alejarse. Pero el sentido comercial de Stieglitz y su capacidad de convencer la animan a volver. A partir de ese momento comenzó a hacerse más famosa como artista, muy probablemente por su intencionada relación con el sexo, lo que podría suponer un aliciente para clientes.

Estramonio, 1932
Como en otros casos, el gran fotógrafo y artista que fue Alfred Stieglitz iba ligado a una persona peculiar, tan peculiar como otros tantos hombres unidos a mujeres de mérito. Egoísta e infiel hasta el extremo, la pareja convivió en Nueva York hasta 1929. En ese año, la pintora decide alejarse de él, que ya tenía otra relación con una mujer casada y, alentada por unas amigas, se traslada a Nuevo México (Taos). Un ejemplo del egoísmo de Alfred es que Georgia le pidió ser padres, tener un hijo, a lo que él se negó en rotundo argumentando que ya tenía una hija con su primera mujer, en cambio parece que le ilusionó que su amante quedara embarazada y así se lo hizo saber a O’Keeffe. Pensar en uno mismo, como se suele decir.
En Nuevo México, la pintora descubre una nueva inspiración para su obra, los paisajes y restos de animales y piedras que encuentra en el desierto le llaman sobremanera la atención y los convierte en sus modelos preferidos.

Cabeza de carnero, malva real blanca. Colinas Nuevo México, 1935
Aun así, la pareja se veía a menudo en viajes que ella realizaba desde el sur y él seguía intentando exponer y vender las obras de ella.
Después de la muerte de Stieglitz, 23 años mayor y a quien ella acompañó hasta el último momento, Georgia, aunque no dejó de viajar, se trasladó definitivamente a Nuevo México, donde había encontrado la libertad, hasta su fallecimiento en Santa Fe a los 86 años (1986)
Se había convertido y más aún tras su desaparición en la mayor artista femenina norteamericana y en la mejor pagada en vida. Y fue galardonada con importantes premios y menciones honoríficas. En 1997 se fundó un Museo con su nombre en Santa Fe. Y está considerada como una de las máximas representantes de las corrientes de vanguardia de la primera mitad del siglo XX en Estados Unidos.

Retrato por Stieglitz, 1918
A pesar de las luces y las sombras de su vida con Stieglitz, Georgia se encargó, tras la muerte del gran fotógrafo, de recopilar, documentar, difundir y poner en valor el patrimonio y la obra fotográfica del artista. Ordenó sus cerca de tres mil fotografías y donó una gran parte de ellas a la Galería de Arte de Estados Unidos. Este legado ha influido en todas las generaciones de fotógrafos posteriores.
Alfred Stieglitz (de ascendencia alemana y judía) merecería una entrada por sí mismo, pero no es el caso que nos ocupa. Aunque no podemos dejar de comentar que se cuenta entre los artistas más influyentes del siglo XX.
Su trabajo es completísimo como expositor, galerista, editor, escritor y fundador de diferentes medios encaminados a convertir la fotografía en arte. Algunas de sus expresiones eran: Donde quiera que haya luz se puede fotografiar; Los fotógrafos deben aprender a no avergonzarse de que sus fotografías parezcan fotografías; La capacidad de hacer una fotografía verdaderamente artística no se adquiere de repente, sino que es el resultado de un instinto artístico junto con años de trabajo; …
Fue precursor de la fotografía moderna entendida como arte y a ello encaminó su carrera como tal.
La obra de Alfred Stieglitz se caracterizó en un principio por un marcado estilo pictorialista y recorrió varios países de Europa retratando paisajes y personas, captando la vida cotidiana y la realidad social. Su experimentación con las texturas, la iluminación, el enfoque, la luz, el movimiento y las personales composiciones dieron como resultado verdaderas obras artísticas, convirtiéndose también en unos de los fotógrafos más influyentes que, como hemos venido comentando, de alguna forma elevó la fotografía a la categoría de arte, y siendo el creador de la denominada “fotografía directa”.

El entrepuente, Alfred Stieglitz, 1907
Pero estábamos hablando de Giorgia O’Keeffe y, aunque no es el caso de Mileva Mari´c, a la que dedicamos la entrada anterior, sí es otro ejemplo de mujer en cierto modo mediatizada por su pareja. A pesar de que ella consiguió ser una artista libre e independizarse de su marido hasta el punto de llegar a ser más famosa en vida y poder vivir libre económicamente, las extravagancias e infidelidades de él la convirtieron en una persona frágil de salud, una fragilidad que ya tenía desde muy joven y la obligaron a alejarse de su influencia durante grandes temporadas.

Georgia O’Keeffe fotografiada por Alfred Stieglitz
Hola, Mercedes, me han gustado mucho las reflexiones que has hecho sobre estas dos mujeres: Mileva Einstein y Georgia O’Keeffe, a partir de la obra de teatro y la película, y te agradezco la posibilidad que nos das para poder conocer parte de sus vidas y el hilo conductor que has trazado entre ellas. Dos mujeres tan diferentes y tan unidas por una situación que han vivido muchas otras mujeres: su escasa valoración y reconocimiento, su olvido y anonimato, el silencio a pesar de su talento y su participación en muchas actividades científicas, artísticas, culturales… Al leer estas dos historias se me han venido los nombres de otras mujeres escasamente conocidas por ser mujer y otras porque sus parejas las han ensombrecido y no les han dado la oportunidad ni su reconocimiento. Afortunadamente esta situación está cambiando y tus aportaciones ayudan a valorarlas como se merecen y a reflexionar sobre el por qué de estas situaciones. Un abrazo inmenso, amiga
Muchas gracias por tu comentario, querida amiga.
Así es, mujeres que podemos comparar con estas hubo y hay muchas, pero dar algún nombre significaba excluir a otras, y no era el caso, como sabes.
Lo que sigue estando claro a pesar de la época que vivimos y los afortunados avances que se están dando es que para una mujer es muy difícil, muchísimo, compaginar mundos tan complejos como el familiar y el profesional, investigador, artístico, etc. Lo importante es estar en el camino y seguir avanzando sin obstáculos, que también son muchos.
Y, desde luego, y sobre, deberían de enseñarnos o aprender nosotras mismas, a aprender a amar din dejar de amarnos, sin hacernos daño. Quizá ahí está una de las claves de todo esto.
Un fuerte abrazo y, como siempre, muchas gracias por tus cariñosos y estimulantes comentarios.