
Las luces del otoño, como las de la tarde, alargan nuestras sombras. Nos menguan, nos encogen, convierten en siluetas grises y enflaquecidas nuestra materia propia. Nos desvanecen. Unas sombras que, a veces, se extienden infinitas, se agrandan, progresan y hasta nos adelantan. Y acaban por cubrirnos taparnos, ocultarnos. Ensombrecen el ser. Nos devoran. (2014)
¡Qué bonito!!.
Muchas gracias.