ABRIL, DE MORETTI

Cartel anunciador de la película

Como en el caso de la entrada anterior en este mismo “Te recomiendo”, ha coincidido que en el periodo de unas dos semanas hemos visto también dos películas de distintas épocas de Nani Moretti, concretamente Aprile (“Abril”) y El sol del futuro, ambas con veinticinco años de diferencia.

Tengo que decir también que soy una seguidora de este cineasta. A pesar de los parecidos que pueda haber en sus películas todas me gustan, me parecen originales, por supuesto muy personales, y me enganchan. Su papel de guionista, en muchos casos, director y protagonista, aunque pueda parecer presuntuoso, no me molesta en su caso y me encanta verlo también en la pantalla.

Me da la impresión de que desde que estrenó Caro diario (1993), casi todas, o una buena parte de las películas que le han sucedido son una extensión de ella. En el caso de Abril así lo parece. La ciudad de Roma como protagonista y escenario vuelve a estar presente, -y su ya mítico y casi ritual paseo en Vespa-, así como el tono documental de la película también. Parece que entre una y otra transcurrieron cinco años en los que Moretti no rodó ningún otro filme. Y da la sensación que la segunda es una continuación de la primera.

En esta nueva entrega, Moretti es el protagonista principal que, y a modo de documental, habla sobre él mismo -y de qué forma-, nos da una idea de su vida desde muchos aspectos: ideológicos, laborales, familiares, … Y desde la siempre presente Roma nos cuenta su vida: así de simple. Sus grandes ideas, pero también sus nervios diarios, sobre todo ante el nacimiento del primer hijo de un padre ya cuarentón. Y todo ello, en medio de la vorágine de una nueva creación, una película a la que por fin parece que acaba decidiéndose. En Abril hay dos partos, dos comienzos: el de Pietro y el de una película difícil de ensamblar.

Moretti decide iniciar el proyecto de una película con tintes sociales y políticos. Pues, anunciada la victoria de Silvio Berlusconi en Italia en 1994, el protagonista queda desorientado, desconcertado, desilusionado, y decide hacer una denuncia cinematográfica sobre la figura del político elegido y el peligro del avance de la extrema derecha en Italia. Inmerso en la idea de crear un filme social surge la gestación de Pietro.

Por otra parte, se halla en una lucha interior, que en la película llega a resultar cómica, con su deseo persistente de hacer un musical. Un musical ambientado en la década de los cincuenta del siglo XX, concretamente sobre la vida de un pastelero, que no termina de divisar y queda relegado a otro momento.

Mientras tanto su primer hijo está a punto de nacer y el país convoca elecciones anticipadas (1996). Justo lo que necesita Moretti para volver a la idea olvidada. Pues, aunque se va imponiendo en su nueva etapa personal el ansiado musical, las noticias que surgen cada día sobre la difícil situación de muchos países europeos y la apatía y deshumanización gubernamental no le permiten olvidarse totalmente del tema. Un momento curioso del filme es cuando adquiere todos los periódicos que se están editando en Italia y acaba alfombrando y empapelando la casa con las noticias.

Otro momento tragicómico es cuando viaja hasta Londres, concretamente a Hyde Park, al rincón donde van todos los iluminados y visionarios con necesidad de perorar y acaba dando un discurso y leyendo todas las cartas que escribió a los políticos y no envío durante el rodaje.

El papel de padre tendrá una presencia de inmenso peso en la película, pues necesita hacer pública su alegría como tal. Por supuesto, también lo tiene en su persona y ambas dedicaciones, la de padre y la de director comprometido, le resultan difícil de llevar al protagonista. El barullo en el que se encuentra es tal que, resultando en las nuevas elecciones el poder en manos de la centro-izquierda, vuelve a la agotada idea del musical. Todo ello se relata de una forma comedidamente divertida, como es propio de Moretti.

El espectador tiene en la mente que el tema y soporte de la película va a ser el ámbito político italiano del momento, pero no será así. Mantiene en vilo la cuestión de su rodaje, pues en medio de este embrollo entra de lleno con la cámara en el nacimiento de su hijo y los primeros meses de vida del niño, a modo de un extraño documental, para volver al asunto político. Una mezcla entre los asuntos públicos con los personales, el Moretti más él. Y una manera de enredar al espectador en sus marañas y barullos propios. Como también lo hace con quienes trabajan y conviven con él, por cierto, con extremo cariño y  paciencia.

Definitivamente desencantado, se ha dado cuenta de que todos los noticiarios publican lo mismo y se intercambian incluso los periodistas, y acabará rompiendo todos los que tiene en casa ante la presencia de su hijo pequeño que está comiendo un trozo de diario. Finalmente saldrá de nuevo en su Vespa a las calles de una Roma nocturna y vacía y se dará la satisfacción de lanzar los pedazos al aire.

Abril es al mismo tiempo algo tierna, algo ácida, algo egocentrista, y dispersa, desordenada. Y, en este sentido se acaba abandonando todo el compromiso político para centrarse en lo cercano, lo cálido, lo familiar y agradable. Sobria, sencilla y tierna al mismo tiempo. Y muy real.

Un detalle importante también de esta obra es que los personajes, absolutamente todos, son reales, parece que no hubiera ficción en la ficción, una impronta muy personal de este cineasta.

Finalmente, el autor y director decide que lo mejor es trabajar y crear en aquello que te dará satisfacción y te guste y terminará haciendo el sencillo musical.

En Aprile como en casi todas las obras de Moretti habrá quien encuentre, y la hay, auto interpretación, vanidad, más o menos exagerada, y un indudable y particular narcisismo: su persona, sus dudas, pasiones y caprichos están en primer plano. Es cierto, un narcicismo que podría ser en muchos aspectos comparado el que también mantiene otro cineasta de renombre, el norteamericano, en este, caso, Woody Allen. No estoy muy segura, pero puede que sí, yo me quedo con el mediterráneo de Moretti, que me resulta bastante más simpático.

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