SOBRE LA PELÍCULA ANATOMÍA DE UNA CAÍDA

El ciclo de primavera de la Filmoteca Municipal se cierra con una película impactante, difícil, de las que hay que digerir según pasan los días. Se trata de “Anatomía de una caída”. Una película muy comentada y también muy premiada: Palma de Oro de Cannes, Goya a la mejor película europea, Premio del Cine Europeo a la mejor película y a la mejor actriz europea, César a la mejor actriz (Sandra Hüller), 2023, Óscar al mejor guión original, César al mejor director (Justine Triet) y al mejor actor secundario (Swann Arlaud), Globo de oro al mejor guión y a la mejor película en lengua no inglesa, César a la mejor película 2024, cinco nominaciones a los Óscar y dos premios Golden Globes ). En fin, de esas que le titulan como películas del año.
Filme con cierto aire de misterio y también de drama psicológico, desde mi punto de vista, Anatomía de una caída ahonda en los sentimientos: de culpa, de celos, de envidias, de protección y autoprotección, de amor y desamor, de verdades y mentiras. También de odios. Pero es también un retrato, más o menos subjetivo, del sistema judicial. Y, por esta complejidad, la película no se cierra, el final no queda claro, cada espectador saldrá con su veredicto, nunca mejor dicho, o sin él, porque tampoco importa.
Samuel, Sandra y Daniel, son una pareja de escritores con un hijo preadolescente de once años y con discapacidad visual, secuela de un accidente cuando tenía cuatro años.

Ella es una escritora de éxito, él un profesor que quiere ser escritor, pero no consigue encontrar la chispa que le haga comenzar su carrera. Los tres viven aislados en una casa de montaña, a la que todo el invierno rodea la nieve y que nadie visita.
Aparentemente, cada uno con sus manías, aunque en él éstas se hacen más llamativas, conviven con libertad y armonía. O eso es lo que parece. Porque en el fondo, todos ellos sufren.
Un día, después de una visita, una entrevista de una estudiante a Sandra que finalmente resulta imposible porque la música de Samuel está a un volumen que no deja oír nada, el marido aparece tendido en la nieve, muerto a los pies de la ventana del desván donde trabaja. Es su hijo quien lo encuentra cuando volvía de pasear con el perro vigía, su lazarillo.

¿Ha sido un accidente, una caída accidental, un suicidio o un asesinato? No hay pruebas, no hay testigos, pero las posibilidades apuntan a la culpabilidad de Sandra, pues no había nadie más en la casa.
Y aquí es donde empieza realmente el filme, pues toda la película va en la dirección de una disección de los caracteres y sentimientos de toda la familia, un juicio con un fiscal obsesionado en la culpabilidad de la mujer, que claramente le molesta por ser como es, y un abogado que intenta salvar su inocencia a toda costa influido quizá por un romance anterior que él no ha olvidado.

Un tema complejo que se va destapando a capas, como en una autopsia, en este caso de la relación familiar. Una relación con muchos altibajos pues en un momento del juicio, una prueba, concretamente un audio grabado por el propio marido el día antes de su muerte, y de un tono muy violento, aclara las diferencias entre la pareja. Samuel no le perdona a Sandra una antigua infidelidad, su éxito, que él no consigue, y la poca dedicación a la familia por culpa de la escritura, e incluso le reprocha un plagio y el control de su propia vida y de su tiempo. Sandra, por su parte, le recrimina que la haya sacado de su vida anterior para recluirla en la montaña en la que él nació, donde no se considera aceptada, tampoco su falta de constancia en todo cuanto hace, su fracaso y, sobre todo, le sigue culpando del accidente de su hijo, fruto de una serie de casualidades. En realidad, los dos sufren amargamente el papel y el castigo que se lanzan. Con esta prueba toda la vida privada del matrimonio se hace pública y se juzga.

Las pruebas forenses del lugar en que apareció el cuerpo apuntan a un homicidio que solo pudo haber sido ejecutado por Sandra, pero en otros informes encargados por su abogado parece un suicidio. Samuel estaba pasando por un mal momento personal y profesional y además recibía tratamiento psiquiátrico.

Las pruebas para ambas especulaciones parecen claras. El fiscal se ceba en la acusada con cierto aire sádico, a todas luces misógino, que se centra en su condición de mujer, además bisexual declarada, en la extranjería, pues ella es alemana, y el éxito conseguido como escritora al contrario que su marido, varón.
Daniel (admirablemente interpretado por Milo Machado Graner), el hijo, está asistiendo al juicio. Al principio sus declaraciones son contradictorias, pero a lo largo del mismo va cambiando su versión. El niño está descubriendo cosas de sus padres que desconocía por completo. Lo sufre, lo pasa mal y le disgusta, pero también, lo reflexiona. Es muy inteligente, y será él, precisamente, el que determine finalmente la inocencia de su madre. Él no está seguro, no sabe cuál es la verdad, pero tiene que tomar una decisión y convertirla en su verdad, aunque no esté convencido de ello. Contando al tribunal una conversación que tuvo con su padre, parece encontrar el camino al suicidio de éste. Curiosamente, como la propia justicia, el niño es ciego. Un juego sutil de la directora.

Finalizado el juicio, la madre vuelve a casa. El encuentro es incómodo, pero es el más inteligente y el único que puede asegurar la protección de ambos, cada uno para con el otro. De alguna forma, deja entrever la protección del niño para con su madre, mientras el perro es quien le da el calor que necesita.
A lo largo de la narración, el espectador no consigue encontrar la verdad, ni siquiera en las escenas que se cuentan, porque podrían ser perfectamente falsas, inventadas o sencillamente asumidas. Pero eso es lo de menos, nos trae sin cuidado saber si la protagonista es o no culpable, si el escritor y marido frustrado se acabó o no suicidando. A la directora de la película tampoco le importa, ni siquiera lo plantea. Lo importante es lo que pasa por cada uno de los personajes y como se plantea el juicio, que es otro de los grandes protagonistas de esta película. Pues todas las dudas están centradas en la culpabilidad de Sandra, víctima de un matrimonio infeliz -aunque parece claro que amaba a su marido- y mujer. La caída de Samuel es también la caída definitiva del matrimonio y, por qué no, puede que también la de la inocencia del hijo.

Me surge otra duda, ¿pudo haber ocurrido algo que no aparece en la pantalla y haber sido otra persona la asesina? No lo sabremos nunca, ni tampoco interesa. Lo cierto es que el niño, inteligente, hijo de escritores, salva la situación con otra historia, que tampoco sabremos si es real o no. Y en estas dudas se centra todo el argumento. En dudas.
Viendo esta película es difícil que no se venga a la memoria otra de título casi semejante y que también, en un juicio estelar, disecciona o más bien descuartiza la vida de un matrimonio.

Es el caso de Anatomía de un asesinato (Otto Premimger, 1959). Aquí, el título no da lugar a dudas pues, efectivamente, se ha cometido el crimen. La vacilación vendrá por otro camino y, al igual que en la que estamos comentando, Anatomía de una caída, el espectador sale de la sala sin resolver la verdad, pero, también al igual que en el filme de 2023, eso será lo de menos.
Este fue considerado uno de los mayores filmes judiciales de la historia cinematográfica. Aportaba novedades casi imprevisibles en la época como era el caso de una violación, la violencia sexual en el cine, pero claro, siempre con la duda de que una mujer coqueta, pues seducía a otros hombres, pudiera estar mintiendo. Por su parte, el asesino confeso, marido celoso y vengador, nos plantea la duda de un maltrato conyugal. El juicio nos destapa, como en la película anterior, las más variadas y duras emociones.

La trama está ahí retratada, un militar asesina de manera fría y meditada al violador de su mujer. Esta contrata a un abogado (James Stuart, en otra magnífica actuación de su carrera) para que le defienda. El abogado es un aspirante a fiscal fracasado que acepta el caso sin mucho convencimiento, pues no cree en su cliente, pero solo si gana el juicio cobrará la minuta que tanto necesita. Aparentemente tímido, se hace fuerte en el juzgado y en la defensa se convierte en otra persona, más valiente y osado. Y le plantea la excusa perfecta y la única a la que puede recurrir, locura y falta de juicio temporal, un impulso irresistible. También como en la película anterior toda la energía del fiscal y su reconocido ayudante se centra en el coqueteo de la mujer, hasta el punto de llegar intimidarla en las declaraciones, y la culpabilidad del acusado.

El juicio se va decantando en todo momento hacia la parte de la acusación: los informes psiquiátricos requeridos son contradictorios, el acusado sospecha de su esposa sobre el consentimiento de ella y por tanto no violencia del hombre asesinado, pero la habilidad y maestría del abogado consiguen demostrar la violación. Hombre honesto en apariencia y apreciado por la comunidad, no duda en buscar la triquiñuela que necesite para salvar a su cliente. A fin y al cabo, en esa dualidad, en esa ambigüedad, está la justicia, como también queda demostrado en la película de Triet.
En esta película también tiene especial protagonismo la relación entre los dos abogados, solos y prácticamente fracasados. Incluso el ritmo de la misma varía entre la vida privada de ambos, tranquila y lenta, y la sagacidad, rapidez y velocidad con que se interviene en juicio. Y también, como en el caso anterior, la música, pero en esta ocasión como banda sonora extraordinaria de Duke Ellington, y todo un homenaje al jazz. Aquí la música no molesta, sino todo lo contrario.

Se trata de una película en la que la personalidad de todos los personajes, también de la víctima del asesinato, está llena de oscuridades y dudas. Hasta el punto de hacernos dudar al final del filme de la culpabilidad de todos, de la complicidad del matrimonio y de la sencilla inocencia del duro abogado que termina engañado por la pareja. Y al final cae víctima de su propia obra.

No es este el caso de Anatomía de una caída, o quizá en parte sí, pero no me negarán que merecía la pena la comparación, y no sólo por la coincidencia del título. Al fin y al cabo, la anatomía es la ciencia que estudia la estructura tanto externa como interna de los seres vivos, fundamentalmente de los humanos, y la relación entre sus partes.